Más de alguna vez en la que observamos un cuadro o leemos un libro, e incluso cuando vemos un edificio o la publicidad que hay sobre él, nos preguntamos que habrá pensado el autor cuando ideó semejante obra de arte. Para la gran mayoría de nosotros esa concepción que algunos tienen de la realidad la asociamos a un término en común, la creatividad, esa forma mística o artística de imaginar o crear algo diferente a lo que se ha visto.
Sin embargo este concepto no es privativo, sino que esta presente en cualquier área de desarrollo del ser humano; nos comportamos de manera creativa en muchos momentos de nuestra vida cotidiana.
Para quienes dedicamos la totalidad o una parte de nuestro trabajo al proceso de enseñanza-aprendizaje, esta capacidad se vuelve indispensable ya que a través de ella sacamos a flote todas las capacidades que nos permiten adquirir, generar y transmitir conocimiento. Estimular la creatividad por parte del docente asegura el incremento de las habilidades innatas y adquiridas de los alumnos para generar en ellos un mejor actuar profesional.
Un pensamiento de calidad cualquiera sea la disciplina impartida, debiera desarrollar tanto el pensamiento lógico como el intuitivo: la esfera inductiva y deductiva, permitiendo el desarrollo de ambos lóbulos cerebrales con el fin de generar sujetos integrales.
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